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Foto del escritorRoberto Cabrera Olea

Nuestro Hogar en Evolución

Actualizado: 12 dic 2020

Nuestro mundo, nuestro planeta dentro del sistema solar, éste en la Vía Láctea, la galaxia dentro de un vecindario galáctico, y dicho vecindario en un universo en expansión. Cada estrella, cada sol que se encuentra en este universo, cobija al menos un planeta que lo orbita. Cada planeta una posibilidad de experiencia de consciencia y vida. No precisamente de qué o quiénes podrían habitarlos, sino de ellos mismos, viajeres en permanente evolución.

Pero ¿qué es la evolución? Podríamos definir la evolución como el redescubrimiento de los potenciales dormidos tanto en el ADN de las formas materiales como en la consciencia que les dio vida. Roberto Cabrera Olea




Evolución proporcional

Asumamos que nuestra realidad es la proyección de la percepción de la vida que tengamos. Aceptemos que la experiencia material es energía transformable, por lo tanto una ilusión, un juego donde nuestra consciencia original decide permanecer determinado tiempo albergada en un cuerpo que, como ella misma, también evoluciona.


“Pero ¿qué es la evolución? Podríamos definir la evolución como el redescubrimiento de los potenciales dormidos tanto en el ADN de las formas materiales como en la consciencia que les dio vida.”

Esta relación entre nosotres, el mundo que habitamos-creamos y la consciencia que le da vida a la realidad planetaria, concluye en un dinámico y proporcional proceso de desarrollo que nos vincula íntima e indisolublemente. Como nosotres evolucionamos, la Tierra también lo hace.


Vida y devastación

Como es adentro es afuera, reza el Kybalión; tanto la vida que se reproduce, como la devastación que observamos a diario en la Tierra, no es otra cosa más que la proyección vívida de nuestro interior, a veces desamparado y otras vibrante de potencia de vida. Sin embargo, la Tierra es también, como nosotros, una consciencia individual. Esta consciencia tiene un viaje propio al igual que cada humane que la pisa. En esta realidad de 3D creemos en la separación y desde ahí estamos evolucionando.


Pues bien, ella, Gaia, la consciencia del planeta, ya está en viaje en un proceso evolutivo hacia otro estado de su Ser, y su motor tiene la fuerza de permitirnos unirnos a ella o hacernos a un lado como parte del libre albedrío de este juego. Pero también depende de nosotres, y la forma de subir a este tren es permitir que el pulsar de la Tierra toque nuestro corazón. Para eso, debemos recuperar nuestro corazón consciente, nuestro sentir profundo y nuestro propio pulsar del Alma.

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